La noche se presenta triste.
Dos copas, y tú al otro lado.
El escuálido reloj en la pared, que sólo marca seis horas.
Menos mal aquél beso conchabado,
las katiuskas y aquél río de lava
que corría bajo nosotros,
y los regantes del Palacio Real,
y Aznavour.
Y la lluvia.
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