Querida mía: dice doña Amparo, la cuidadora, que a ver si nos dejamos de hacer manitas todo el día, que tenemos el asilo revolucionado. Mucha envidia es lo que hay, le contesto, de que cuatro lustros juntos no nos hayan hecho decaer las ganas. Pero habré de darle la razón si vuelves a repetir la escena de ayer, mientras cenábamos, provocándome por bajo la mesa. Jaja, a doña Engracia se le cayó la piñata en la sopa del sonrojo, y el nuevo, ese del tabardillo, se le atragantó el yogur de frutas del bosque.
Ya, ya sé que tu memoria sigue excelente, pero te dejo esta nota bajo la almohada para que sepas que me acordé de que cumples 78 primaveras. Como me sabes madrugón, me voy al jardín a arrancar unas flores para nuestro desayuno juntos, y aprovecho para pillar mesa junto a la ventana. Te sigo queriendo tanto…
PD.- ¿Te he dicho alguna vez que tus ojos sonríen mientras duermes? ¡Ay! Bendita desmemoria de la edad, que permite repetirte cosas antiguas cada día, como si fuera la primera vez.
(Para Azucena, que sonríe en sueños)
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