Entregadme mi vida en blanco cada día, sin pautas a seguir, sin falsillas, sin líneas que pretendan ayudarme a rellenar el lienzo. No me tracéis el boceto, quiero el papel limpio sobre el que garabatear a mi antojo. No necesito mapas ni planos para encontrar mi felicidad. Para atravesar el río no siempre es mejor un puente.
Estoy harto de lazarillos, de perros guía, de bastones. De paneles indicadores, de propuestas para invertir. De gente que pierde el culo por ayudar, de consejeros con el agua al cuello y misioneros dispuestos al sacrificio. Odio las palmadas en la espalda, el cariño encorsetado, los consejos de prospecto, las directrices a seguir. Necesito olvidar el tren de las 7:27, la viscosa ansiedad del papel urgente, los retazos de sueño esparcidos por ahí.
Dejadme pisar los charcos, cruzar por donde me dé la gana, tomar la línea de Metro equivocada, bajar en la parada errónea. Dejadme tomar el sol, hacer el amor oyendo el mar, apretar su mano entre las mías. Dejadme coger carrera. Y si veis que me acerco al precipicio, no os preocupéis por mí: sé volar.
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