
Durante el período más duro de la dictadura militar brasileña, en el Museo de Arte Sacro de Bahía se va a celebrar una exposición cuya obra principal es una cotizada imagen de Santa Bárbara ("Iansá" en los ritos afrobrasileiros) que ha sido cedida, con enorme pesar, por el párroco de Santo Amaro de la Purificaçao. Se organiza un cuidadoso traslado de la efigie en barco hasta Bahía, pero la imagen, Santa Bárbara del Trueno, tiene sus propios planes.
Es el inicio de "La desaparición de la santa" (O sumico da santa) de Jorge Amado, escrita en 1.988, cuya acción transcurre durante dos días del principio de la década de los 70. Una obra en la que destaca el profundo sabor a tierra caliente, a samba de roda, a capoeira, "candomblé" (religión de los negros yoruba de Bahía), gastronomía exótica, e incipiente realismo mágico, todo ello impregnado de fuerte erotismo en que se llama a las cosas por su nombre. La novela, de una imaginación desbordante, es un canto a la libertad, al triunfo de la auténtica tradición popular frente a los poderes fácticos, y contra las restricciones de una moral retrógrada impuesta por la religión venida de fuera. Amado arremete contra la iglesia católica y contra el fascismo como forma de gobierno (algún sopapo se lleva España en todo ello) en una obra cuya acción (barroca y ensortijada) roza a veces el delirio, en que la crítica mordaz adquiere tintes de descacharrante humorismo, y en la que sus personajes, numerosísimos, muchos de ellos totalmente desquiciados, entran en una espiral de paranoias y locura colectiva que marcan el ritmo trepidante hasta el reconfortante final.
La excusa de la desaparición de la santa, sirve a Jorge Amado para tejer los mimbres de una historia de amor (Manela y Miro a la sombra de Romeo y Julieta, con sabor a aquél estupendo y clásico "Orfeo Negro" de Marcel Camus, pero sin sus tintes trágicos) que subyace bajo el pretexto de la búsqueda y averiguación del paradero de la traviesa Santa Bárbara.
La aparición de personalidades tan famosas como Vinicius de Moraes, Toquinho, María Bethania, Roberto Carlos, Gal Costa, María Creuza, etc. no hacen más que acentuar el sabor a mulata, al "desafuero del culo de Adalgisa" que dice Jorge Amado, a sones del berimbau y el atabaque.
Su prosa florida y exquisita, fresca, directa y colorista, me trae vientos de otro noble portugués, Saramago, a quien creo ver en alguna de sus frases y en algún rincón de su peculiar estilo.
Un libro para disfrutar del placer de la lectura, que muestra la disyuntiva de hasta dónde hay renunciar, qué lazos hay que desatar, para conseguir lo más auténtico de la vida.
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