Pudo soportar el sonido hueco del primer puñado de tierra sobre el ataud, el sabor ácimo del pésame de mano en mano, el olor dulzón de las flores de la muerte, el primer escalón de bajada al camposanto y el sopor insomne de su primera noche en soledad. Pero no pudo con el clamor de los recuerdos golpeando los silencios de la estancia, ni con el horror a la memoria que se la traería sin remisión día tras día, las cadencias del reloj de sol golpeando sus mañanas, el Macondo de sus profecías de futuro o la rabia de su tristeza. Tampoco pudo con la invitación del ventanal abierto a la noche.
(2002)
(2002)
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