- ... y así volvió, como roto por dentro. No se ha vuelto a levantar de esa silla desde entonces, parece que estuviese muerto. Pasa el día frente a la ventana, mirando sin ver. No habla, ni siquiera me oye. No come, ni duerme, y a veces dudo que respire. No sé cómo tiene fuerzas para mantener la mirada fija en la calle. Mira los huesos de su cara, como montañas lunares, o esos ojos, casi grutas, gélidos y opacos. Y sus manos de esqueleto, sólo vena y hueso, una sobre otra, yertas e inmóviles. Antes le daban de comer. Fueron manos que mantuvieron su vida y la mía, más que su talento, y eso que tenía de sobra. Casi parecía tener alma en ellas, como si pactase con la tierra que regaba, con la madera que elegía y el barro que modelaba. Ahora... míralas.
Un viento frío de otoño le arrancó de mí como hoja de abedul, me dejó dentro el invierno y se llevó su espíritu en remolino por otras tierras. Y así me lo volvieron. Me pregunto qué pasará por su mente, qué piensa, qué teme, qué le preocupa, qué espera, que nunca dice nada, y muchas veces creo que sólo porque no quiere. Se limita a mover la cabeza, como diciendo que no. No es, no está, sólo permanece. Y eso no es vivir, te lo digo yo, que le tengo ahí día tras día, como una gárgola, desde que amanece. Una gárgola de treinta y ocho años por culpa de...
No me consuela el recuerdo de los paseos a su lado, juntos hasta el río, ni los atardeceres entre álamos, el olor de la hierba verde, fresca y recién cortada, los manojos de margaritas en sus manos, ni siquiera del sol de cobre cobijado tras los montes. Eso ya se fue. Acabó cuando se marchó y no vino, porque aunque esté ahí, sentado, para mí no ha vuelto. Estoy sola, sola, cuando a su lado nunca necesité otra compañía, cuando mis únicas soledades eran esperanzas de que llegaba, cuando buscábamos amarnos al filo de la tormenta, al borde del precipicio, o bajo el sol de los lagartos. Ya sólo queda la pena, el desgarro de aquí dentro, un cariño de luto, una tragedia sentada a una silla, la tiniebla interior que me congela el pulso y me está volviendo loca de hablar con los espejos.
(2001)
(2001)
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