
"...y en todas partes dejé
memoria amarga de mí."
(Zorrilla)
Aún hoy puede leerse que 'El burlador se Sevilla', la famosa obra de Tirso de Molina, bien pudo haberse inspirado en la vida de un personaje que, en esa capital andaluza, cuenta con su propia leyenda: Don Miguel [de] Mañara Vicentelo de Leca (1627-1679). Olvidan sin embargo los que tal predican, que Fray Gabriel Téllez dio a luz su pieza teatral en torno a 1628, época en la que Mañara contaba solo un año de edad. No es tan descabellado imaginar, en cambio, que sí pudo tener algo que ver en el 'Don Juan Tenorio' de Zorrilla, ya en pleno romanticismo español del siglo XIX. (1)
Aún así, la vida (y la leyenda) de Don Miguel de Mañara es, hasta cierto punto, inaprensible, diversa y variada, contradictoria, difuminada a ratos entre la historia y el mito, sobre todo durante su época juvenil. Por ello, mi versión puede ser tan discutible como cualquier otra.
Natural de Sevilla e hijo de nobles hispalenses, Miguel de Mañara tomó los hábitos de la orden de Calatrava a los ocho años, y a pesar de la educación religiosa recibida de su madre, fue en su juventud un personaje pendenciero, tachado de sacrílego, calavera de florete, amante del riesgo, mujeriego y amigo de duelos y arrogancias. Casó a los veintiuno con Jerónima María Antonia de Mendoza y Castrillo, noble granadina, de quien estuvo siempre profundamente enamorado. Llegó a provincial de la Santa Hermandad e incluso fue alcalde mayor de Sevilla.
Muy cerca de la catedral, frente a lo que fuese en otro tiempo augusto Teatro Coliseo, y hoy sede de algún emporio bancario de cuyo nombre no quiero acordarme, hay un pequeño arco, tras el que comienza una calle que lleva su nombre: Miguel de Mañara. Dice la leyenda que, precisamente bajo ese arco, y en medio de una pendencia, cayó desmayado y sin sentido nuestro hombre, y que al volver en sí, contó haber asistido a su propio cortejo fúnebre. Otros cuentan que fue la muerte de su esposa, aquella a la que tanto amó, sin haber logrado descendencia, lo que le transformó de repente y por completo. No faltó quien lo comparó con la conversión de San Pablo tras su caída del caballo.
Es el caso, según las crónicas, que impresionado por uno de estos acontecimientos, decidió abandonar las vanidades del mundo, acogerse a la vida religiosa y purgar sus muchos pecados entregando su vida a la caridad. Repartió sus riquezas e ingresó en el Carmelo con el propósito de ayudar a sus semejantes.
Llegó a ser Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad, entidad con mucho trabajo en aquellos tiempos, tan azarosos para Sevilla, víctima de la peste y las riadas del Guadalquivir, cuya labor consistía, además de socorrer a los miserables, enterrar a los ajusticiados, a los que morían por la calle y a los que el río traía entre sus revueltas aguas, en pedir limosna y trasladar a los enfermos a los hospitales. Fundó el Hospital de la Caridad (hoy la mayor pinacoteca de la ciudad tras el Museo de Bellas Artes) en unas naves cedidas de las Reales Atarazanas, atendida por la Hermandad, que se nutría, tanto ayer como hoy, de lo más florido de la aristocracia sevillana.
Pidió en su testamento ser enterrado a la puerta, para ser pisoteado de la gente, bajo una lápida que rezase: "AQUÍ YACE EL PEOR HOMBRE DEL MUNDO". La lápida existe, pero cerca del altar de la Iglesia, bajo el que yacen sus restos. Cerca de él, y como advertencia, dos tenebrosos cuadros de Valdés Leal la vigilan: "In ictu oculi" (en un abrir y cerrar de ojos) y "Finis Gloriae Mundi", de los que dijese el genial Murillo dirigiéndose al pintor: "Compadre, para ver esto hay que taparse las narices".
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1) Christopher Hares, en su 'Sevilla tras la revolución' dice que el Hospital de la Caridad fue fundado por 'Don Miguel de Mañara o Tenorio, un donjuán del siglo XVII'.
Próspero Merimée, en su obra 'Las almas del purgatorio' deja caer que Don Juan es Miguel de Mañara.
Alejandro Dumas, en su 'Don Juan o la caída de un ángel', combina ambos personajes. Además, en su 'Viaje por España', cuando llega al Hospital de la Caridad, exclama: '¡Anda, un hospicio fundado por don Juan!'
Machado le cita en su 'Retrato': "Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido", esta vez sí, adecuadamente.
(2005)
(2005)
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