Cayó en la cuenta de que se estaba volviendo distraída un atardecer de otoño, en que el bosque de coníferas apareció alfombrado de rojo brillante a causa del chaparrón, que había dejado perlas de agua sobre los tréboles. Empinó las orejas, aguzó el oído, irguió la cola, olfateó el aire, y con gesto nervioso sus redondos ojillos recorrieron el hayedo. Sujetaba entre sus uñas una deliciosa y reluciente bellota, a punto de enterrar junto al tronco de una encina, pero al olfatear el peligro, quedó como petrificada entre sus manos. Vio al perro dando brincos a la caza de un petirrojo, y en un par de saltos se encaramó a lo más alto del árbol, desde el que voló casi, extendiendo sus patas y equilibrando el peso con la cola, a otro más lejano y seguro, culebreando entre sus ramas y alcanzando el abrigo de su refugio, construido en la cúspide más alta.
Pero conocía la causa. Desde la aparición una noche de agosto, de luna templada y redonda, de aquél extraño habitante del bosque, de aquél rufián que había robado sus pensamientos, su vida se complicaba por momentos.
Había olvidado donde escondió muchas de las delicias halladas en días atrás, no disfrutaba igual de las avellanas encontradas en el camino, su casa necesitaba una reparación que no encontraba momento, pero el descuido en el suelo podía costarle muy caro. Y todo desde que aquél enlutado volador apareció en su vida.
Eso sí, había que reconocerle que hablaba bien, que tenía un pico de oro si su boca de colmillos hubiese sido pico, que sabía volar con los ojos cerrados sin tropezar con una rama, que había corrido mundo, decía venir del norte, de tierras de lluvia y meigas, y sabía colgarse bocabajo de una rama y recitar a Petrarca. Y que era un ladrón que le había robado la voluntad, haciéndole desear la noche más de lo que era aconsejable por la comunidad de sus congéneres, por verle de nuevo a su puerta, balanceándose colgado de sus patas traseras y llamándola “mociña”, alabar la “blancura alabastrina” de su pecho y la “gracia etérea” de su cola. Suspiró:
-¡Ay, Abrenoite!
No hay comentarios:
Publicar un comentario