sábado, 2 de abril de 2011

El Angel Caído


No, no es frecuente encontrar estatuas dedicadas al diablo. Independientemente de las creencias de cada cual (y las mías son nulas), resulta llamativo en nuestra cultura religiosa (incrustada a veces desde la niñez, machaconamente, a base de martillo y escoplo) hallar una representación del “mal” expuesta al público; mucho menos, que esa representación resulte mucho más atractiva que la de cualquier ángel o dios venerado o adorado por sus creyentes, de esos de manos juntas en el pecho y mirada perdida en el azul del cielo.

En el Retiro madrileño existe una fuente, situada en una plazuela que lleva por nombre Glorieta del Angel Caído, en cuyo centro hay un monumento en bronce con ese nombre. El autor de la estatua fue el madrileño Ricardo Bellver, de quien es la obra más importante, y permanece donde está desde 1885. Está inspirada en “El paraíso perdido” de Milton.

“Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado" (Milton, El paraíso perdido, canto I).

Haciendo oídos sordos a las protestas de la sociedad madrileña de la época, escandalizada ante la idea de levantar un monumento a Satanás, por iniciativa del duque Fernán Núñez, que donó la cantidad de 11.000 duros, se llevó a cabo este proyecto, sin que sirvieran de nada (menos mal) las maniobras de los sectores más retrógrados, reacios a su realización. Hubo incluso sacerdotes que llegaron a exorcizarla.

La estatua representa un ángel de color oscuro, contorsionándose y con las alas desplegadas, que quiere frenar su caída apoyándose en las rocas que le sirven de base, mientras una enorme serpiente se enrosca a su cuerpo. Personifica a Lucifer, el ángel más hermoso de la cohorte celestial, expulsado por dios del paraíso por desobedecer y rebelarse contra sus mandatos.


Existe una leyenda, según la cual, se encuentra exactamente a una altitud topográfica de 666 (la marca de la Bestia) metros sobre el nivel del mar (referenciado, tradicionalmente, a Alicante), y más de uno considera que es un “homenaje” a Lucifer. Fuere como fuere, lo cierto es que el monumento atrae no solo por sus exquisitas formas y composición, de tintes helenísticos y románticos, sino también por el componente morboso de su belleza, tanto a los que hemos pasado por allí alguna vez como un simple turista enamorado de Madrid, como a los amantes de lo esotérico, que creen ver en ella algo más que una simple estatua.

Podría decir que la forma más rápida de encontrarla es acceder por la entrada de Alfonso XII (Cuesta de Moyano arriba), pero tratándose de los bellísimos Jardines del Real Parque del Buen Retiro de Madrid ¿a quién le importa las distancias?

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